Relatividad, del dramaturgo norteamericano Mark St. Germain, acaba de estrenarse en el Teatro Picadero de Buenos Aires con funciones de viernes a domingos. Lo que propone la obra es más que interesante: un encuentro ficticio entre Albert Einstein y una periodista que llega para entrevistarlo… aunque no con una única intención.
La historia se sitúa en la casa del físico alemán, en un momento ya avanzado de su vida. La periodista, interpretada por Gabriela Toscano, parece llegar para hacer un perfil más del célebre científico, pero con el correr de los minutos descubrimos que hay algo más profundo que la mueve a estar allí. El juego dramático está bien planteado: lo que comienza como una charla formal entre dos desconocidos, se va tornando en un cruce de ideas, visiones del mundo, cuestionamientos morales y secretos del pasado.
Luis Machín vuelve a ponerse en la piel de una figura clave del siglo XX —ya lo había hecho brillantemente con Freud en su obra anterior— y vuelve a destacarse. Su Einstein es complejo, sarcástico, emocionalmente contenido y con un aire de genialidad que resulta creíble desde la primera escena. Machín domina el texto con soltura, le da humanidad al personaje y mantiene al espectador atento incluso en los momentos más calmos.
Gabriela Toscano, por su parte, construye a una periodista intensa, decidida y vulnerable a la vez. Su actuación es de una madurez admirable, logra mantener el misterio del personaje y lleva muy bien las emociones contenidas que atraviesan toda la obra. Junto a Machín, forman una dupla actoral sólida, con excelente química y gran presencia escénica.
El elenco lo completa Catherine Biquard, en un papel más breve pero igualmente importante, y lo hace con una interpretación muy bien lograda, aportando momentos de respiro en la tensión dramática de la obra.
La dirección de Carlos Rivas es impecable: entiende el ritmo de la pieza, sabe dosificar la información y le da dinamismo a una obra que, aunque es esencialmente dialógica, nunca se vuelve monótona. El diseño escenográfico, compuesto principalmente por pizarrones y elementos que remiten al universo intelectual de Einstein, funciona muy bien como contexto y apoya visualmente lo que se discute en escena.
La producción de Sebastián Blutrach garantiza una puesta sobria, cuidada y precisa, que deja que el texto y las actuaciones sean los protagonistas.
Relatividad no es una obra con efectos espectaculares ni grandes vueltas de tuerca, pero sí es una propuesta teatral sólida, bien actuada y con un argumento muy interesante. La recomendamos especialmente a quienes disfrutan del buen teatro de texto y de los debates que cruzan ciencia, ética y emociones humanas. Las funciones son de viernes a domingos en el Teatro Picadero (CABA). Es una obra que vale la pena ir a ver y que recomendamos.
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