La fragilidad de las casas es una de esas sorpresas que nos regala el teatro independiente. Es la primera vez que veíamos una obra escrita por Victoria Almeida y quedamos fascinados con esta faceta suya que hasta ahora no conocíamos. Con sensibilidad, profundidad y mucho humor, Almeida construye una historia íntima y a la vez universal.
La obra gira en torno a Cassandra, una mujer común y corriente, que desde su infancia busca encontrar su lugar en el mundo. A través de las distintas casas en las que vive —desde la de su niñez hasta la adultez— vamos descubriendo sus miedos, sus vínculos, sus amores y sobre todo, su fragilidad emocional. Esas casas funcionan como excusa para hablar de lo verdaderamente importante: la necesidad de ser querida.
Uno de los momentos más potentes del texto es cuando Cassandra confiesa: “tengo tantas ganas de ser querida, que me equivoco”. Cada vez que lo dice, el impacto es enorme. Es imposible no empatizar con ella y con sus palabras.
Las actuaciones son excelentes. Guadalupe Docampo, Julián Rodríguez Rona, Facundo Mejías e Irene Vivanco se entregan al ritmo vertiginoso de la puesta con total precisión. La obra combina texto, proyecciones, canciones y hasta acrobacias, en un torbellino que no se detiene hasta el final. Te hace reír, te conmueve y te deja pensando.
Además, nos encantó conocer el nuevo Teatro Armenia, una sala muy linda que celebramos se haya sumado a la movida del teatro off. La distribución de la platea es muy cómoda y su personal super amable.
La Fragilidad de las casas se presenta los sábados y domingos. Recomendamos que no se la pierdan. Es una propuesta distinta, honesta, desenfadada y muy bien lograda, que se destaca en la cartelera porteña actual.
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